27.2.14

Tercera Edad: cambios en el funcionamiento cognitivo

imagen curso animador tercera edadNuestra capacidad para tratar e interactuar adecuadamente con nuestro entorno depende, en gran medida, de nuestro ambiente y habilidad para detectar, interpretar y responder de forma apropiada a la información que llega a nuestros sentidos.

La forma en que percibimos se relaciona con diversos comportamientos nuestros el proceso de envejecimiento va unido a cambios lentos y continuos que se manifiestan en diferentes áreas del funcionamiento cognitivo de manera selectiva.

Los más estudiados por el interés despertado son los referentes a la memoria y las funciones sensoriomotoras. Las funciones visopercepctivas, visoespaciales y visoconstructivas del hemisferio derecho de nuestro cerebro son las más vulnerables aparentemente a los efectos del envejecimiento, mientras que las funciones lingüísticas del hemisferio izquierdo se hallan mejor conservadas.

El pensamiento es una función psíquica de compleja conceptualización. Esta dificultad se basa en su difícil separación de otras funciones como la inteligencia, las actividades intuitivas o imaginativas o el mismo lenguaje.

El pensamiento se presenta como una función asociativa de diferentes aspectos psíquicos, que permite la elaboración de conceptos, juicios y consecuentemente crear un modelo de realidad

Inteligencia:

Mientras que las investigaciones transversales (se recopilan datos en un solo momento en un tiempo único pretendiendo describir las variables y analizar su incidencia e interpretación en un momento determinado) encuentran cambios relativamente importantes y tempranos en el declive intelectual, los resultados procedentes de investigaciones longitudinales (se recopilan datos del tiempo en puntos y periodos específicos para hacer inferencias respecto al cambio, sus determinantes y consecuencias, la finalidad es analizar los cambios de determinadas variables a través del tiempo) muestran que este declive no se produce sino en edades avanzadas, al final de los sesenta. Los estudios transversales tienen el inconveniente de confundir los efectos relacionados con la edad y aquellos que dependen de las influencias histórico culturales.

Existen diferentes puntos de vista entre investigadores dependiendo del material evaluativo utilizado para medir dicha función, pero en líneas generales hay que precisar que los resultados que se obtienen están en función de la familiaridad, del grado de dificultad, del esfuerzo y la velocidad del material evaluativo.

Sobre la base del WAIS Albert y Heaton (1986) pudieron establecer que durante el envejecimento existe una mayor dificultad en las pruebas manipulativas que en las verbales.

Botwinick (1977) sostenía que las tareas verbales del WAIS se relacionaban con la utilización de la información almacenada en la memoria y refrescada por el vivir diario, de ahí que las personas mayores obtuvieran un mayor éxito en este tipo de pruebas y las manipulativas le suponían enfrentarse a materiales novedosos, no familiares y a menudo complejos para ellos.

Parece existir un declive general de la inteligencia que comienza en edades anteriores al establecimiento ocupacional de la vejez (los 60-65 años), y suele ser más acusado cuando se utilizan tareas manipulativas que verbales, con lo que durante el envejecimiento existiría una mayor dificultad en las pruebas manipulativas que en las verbales, posiblemente facilitadas estas últimas por el aprendizaje y las habilidades verbales adquiridas y consolidadas a lo largo de las diferentes etapas evolutivas del ser humano.

Este declive además, no se produce en forma homogénea en las distintas dimensiones intelectuales sino que existen patrones de cambio; los ancianos conservan algunas habilidades.

Entrarían en juego también las diferencias individuales derivadas de las trayectorias profesionales, sociales, familiares... que generan diferentes experiencias de vida e inciden en distintas habilidades. Igualmente influyen los factores genéticos y los ambientales.

Las funciones cognitivas son aquellas que le permiten al hombre conocer, aprender de su ambiente externo y, a cambio, poder interactuar y transformarlo. La evaluación del estado cognitivo es compleja y se ha desarrollado de manera importante en los últimos años en el estudio del adulto mayor, por la NeuroPsicología, con el objeto de detectar oportunamente y facilitar el diagnóstico de cualquier manifestación de deterioro orgánico.

 
Para la mayor parte de los investigadores del envejecimiento intelectual, la Teoría bifactorial formulada por Cattell en 1963 y ampliada por Horn en 1970 seria la teoría que permitiría una mayor integración de los resultados obtenidos en la evaluación del funcionamiento intelectual en ancianos. Esta teoría hace referencia a dos tipos de inteligencia:

- La Inteligencia Cristalizada (IC) integra aquellas habilidades mentales primarias que están fuertemente implicadas de un sentido cultural y, por tanto, dependen de factores socio-históricos y educativos. Capacidad de utilizar de manera práctica conocimientos adquiridos a través del aprendizaje, la experiencia y la educación que aumentaría conforme la edad.
- La Inteligencia Fluida (IF), con una fuerte implicación biológica, puede ser observada tras el procesamiento de la información en un contexto de baja significación cultural y muestra importantes cambios a través de la edad. Rrepresenta la capacidad biológica de una persona para adquirir conocimientos; depende de su integridad física y suele disminuir después de la adolescencia Capacidad del individuo para utilizar y procesar información nueva y abstracta,tiene que ver con las capacidades que ponemos en juego cuando razonamos, creamos conceptos nuevos, establecemos relaciones... : Esta capacidad esta ligada al desarrollo neurológico, esta muy libre de las influencias culturales o sociales y se desarrolla hasta los 20 años y se queda estable hasta los 80 años a partir de aquí empieza a disminuir la rapidez de procesamiento de esta inteligencia. Este enfoque tiene que ver con la idea de Piaget que decía que el niño iba madurando su inteligencia con el paso del tiempo es un proceso biológico, también el niño debía tener unas experiencias determinadas para desarrollas las distintas capacidades.

El envejecimiento incide especialmente en aquellas tareas que exigen rapidez, atención, concentración y razonamiento inductivo. Así, mientras la IC se mantendría a lo largo de la vida, la IF sufriría un declive paulatino a lo largo de la vejez.

La Inteligencia Práctica o Competencia Cognitiva -el producto de, entre otras cosas, la aplicación acumulativa de los procesos intelectuales ante situaciones específicas- muestra también diferencias de edad comparables con las que se obtienen en IF.

Lenguaje:

Los cambios que ocurren en el lenguaje durante el proceso de envejecimiento se reducen a la dificultad en la denominación o evocación de palabras y en una reducción de la fluidez verbal, y aspectos como el vocabulario o la expresión verbal mejoran en este proceso por las experiencias acumuladas.

Memoria:

Definimos la memoria como la capacidad de adquirir, retener y utilizar secundariamente una experiencia (Serrallonga, 1980). La memoria comprende los siguientes procesos:

- Entrada de información ambiental o del propio organismo; registro y mantenimiento de ella, y por último, salida de la información o conducta relacionada de forma consistente con la inicialmente recibida.
- El registro y codificación de la información no es casi nunca como una grabación magnetofónica, ya que comprende mecanismos activos que transforman el contenido para ser almacenado y que a veces generan modificaciones sustanciales en la reproducción.
- La memoria se produce en el contexto de estructuras nerviosas que conducen el proceso y cuyas alteraciones llevarán a trastornos.

La memoria forma parte de la vida psíquica, a la cual influirá del mismo modo que la vida psíquica influirá en la memoria.

Al igual que la inteligencia también se puede dividir cristalizada (ambiental, todo lo que es producto del aprendizaje) y fluida (memoria genética es la que permite reacciona). Horn (1982) sostiene que la inteligencia cristalizada se mantenía en el envejecimiento, mientras que se deterioraba la inteligencia fluida.

Al ser la pérdida de memoria la queja más frecuente del adulto mayor, en el presente capítulo nos enfocaremos al estudio de esta función cognitiva fundamental y su relación con el envejecimiento normal.

Desde los años 40 el estudio del envejecimiento en el campo de la Psicología se ha centrado en comparar el funcionamiento intelectual entre los jóvenes y los adultos mayores. Se ha hecho énfasis fundamentalmente en la evaluación de la incidencia del deterioro orgánico sobre el funcionamiento cognitivo. La pregunta clásica ha consistido en determinar si la inteligencia decrece conforme avanza la edad.

Desde un punto de vista psicológico, lo que más llama la atención son los fallos en la memoria reciente que los propios adultos mayores y nuestro entorno social o familiar suele asociarlos a la enfermedad de Alzheimer. Se da dicha preocupación porque se desconoce que en la vejez hay cambios que se consideran normales con respecto al funcionamiento cognitivo. Igualmente se producen cambios afectivos y en la personalidad que deben ser considerados como normales y esperables.

Son múltiples las quejas subjetivas que refieren los adultos mayores con respecto al funcionamiento de su memoria, de ahí que esta área del funcionamiento cognitivo haya sido la más estudiada.
De hecho procesos degenerativos como la demencia senil se manifiestan con alteraciones de memoria en sus inicios, pero hay que precisar que algunos aspectos de la memoria se deterioran con el paso de los años, pero no todos por igual ni en todas las personas.

La memoria es un proceso cognitivo que permite al individuo almacenar experiencias y percepciones que luego puede recordar en situaciones posteriores:

Comprende tres niveles o estadios que interactúan entre sí:

- Memoria sensorial: En ella influyen los cambios sensoriales y perceptivos cuando envejecemos precisamos mayor tiempo para extraer la información o fijarla.

- Memoria a corto plazo: A medida que envejecemos experimentamos dificultades para retener listas de dígitos en orden inverso especialmente. La latencia de respuesta, es decir, la rapidez con la que damos una respuesta a una tarea es también mayor precisando más tiempo para procesar la información y dándose en general un enlentecimiento en el proceso cognitivo de la información.

Habitualmente el adulto mayor no presenta problemas de retención a corto plazo, excepto cuando la información debe ser preservada y manipulada, es decir, en tareas que exigen una división de la atención, o bien que la persona reorganice una información adquirida o aprendida recientemente. Sin embargo las capacidades de abstracción, de cálculo y de comprensión semántica de las palabras, suelen conservarse.

 - Memoria a largo plazo o memoria remota: Puede almacenarse en ella una cantidad indeterminada de información durante largos periodos de tiempo. La información la olvidamos en secuencia inversa al orden en que se aprende (ley de Ribot), por eso, cuando somos mayores tenemos mayores dificultades para recordar hechos recientes pero no aquellos que están anclados fuertemente en nuestra experiencia individual, como por ejemplo acontecimientos de nuestra niñez o juventud.

En la memoria a largo plazo se distinguen tres funciones: codificación, almacenamiento y recuperación. En cuanto a la codificación en el adulto mayor faltaría una capacidad de iniciativa cognoscitiva que le permitiera la utilización de nemotécnicas. En el caso de la recuperación, con la edad suele presentarse mayor dificultad para recordar intencionadamente (memoria explícita), que para desarrollar tareas en donde no se exige un esfuerzo consciente ( memoria implícita).

Basándonos en el tipo de contenidos que retenemos debemos distinguir entre la memoria referida a los hechos recientes y la referida a acontecimientos remotos. Cuando envejecemos podemos tener más dificultades para encontrar palabras en discursos espontáneos y disminuye nuestra fluidez verbal. A medida que envejecemos nos es más difícil recordar hechos recientes, pero en la medida en que utilizamos pistas se puede lograr el recuerdo de dicha información. Tenemos dificultades a la hora de planificar estrategias de memorización, repercutiendo en la cantidad de información que podemos retener y posteriormente evocar. Con la edad no se pierden las actividades intelectuales adquiridas a lo largo de la vida, especialmente para situaciones y tareas que requieren habilidades verbales. Se ha observado, sin embargo, que en las pruebas de tipo espacial (sustitución, dibujos, etc.) se pueden presentar mayores dificultades.

La mayor parte de las investigaciones indican la existencia de una lentitud generalizada en el procesamiento de la información a medida que avanza la edad de una persona.

Esta lentitud suele intervenir negativamente en la realización de una tarea de memoria, lo que muchas veces es mal interpretado, ya que no se trata de un déficit de memoria en si. Habitualmente la funcionalidad de la persona no está afectada y estos hallazgos se encuentran sólo si se buscan intencionadamente.

Atención y percepción:

Cuando envejecemos nos distraemos con más facilidad, no podemos darnos cuenta con igual facilidad que antes de cual es nuestro objetivo. Cuando las tareas a realizar son simples, no hay cambios en el proceso de envejecimiento con respecto a otras etapas de nuestra vida pero si se presentan dificultades cuando las tareas son complejas. Si la tarea a realizar es irrelevante y sencilla no experimentamos grandes dificultades cuando envejecemos.

Percepción es el conjunto de procesos superiores implicados en la integración, reconocimiento e interpretación de patrones complejos de sensación, ya sean éstos relacionados con el ambiente (exterocepcíón) o con el propio cuerpo (interocepción).

Orientación:

La orientación es un complejo de funciones psíquicas principalmente perceptivas, mediante las cuales tenemos conciencia, en cada momento, de la situación real en la cual nos hallamos. Para orientarnos no sólo es necesaria la integridad de nuestros órganos sensoriales, que nos informan del mundo exterior, sino también varias estructuras psicológicas. Para estar bien orientados necesitamos: La memoria, la atención, el pensamiento racional y la comprensión.

Para diagnosticar una alteración en la orientación es suficiente mediante el diálogo con el paciente y la observación del comportamiento del mismo. Se pueden incluir preguntas como la hora, el día, domicilio actual, provincia, edad, nombre, etc.

Tipos:

- Orientación en el espacio: Consiste en el conocimiento del lugar en el que se encuentra geográficamente el sujeto. Puede tratarse del lugar habitual donde el sujeto o puede ser un ambiente nuevo. La habituación a los lugares habituales o familiares es relativamente estable, pero la orientación en lugares nuevos requiere primero un proceso de adquisición.
- Orientación en persona: Consiste en el conocimiento de quién es uno mismo (fecha de nacimiento, origen, edad, nombre, posición social y laboral). Es una visión conjunta del presente y el pasado al mismo tiempo.
- Orientación en tiempo: Se trata del conocimiento de la fecha, el día, el mes, el año y la estación en la que nos encontramos. En este tipo de orientación, el momento del día y la estación del año, son fácilmente reconocibles, pero el resto conllevan más dificultades debido a los cambios que sufren.
- Orientación situativa: Es la captación y comprensión de la situación en la que se encuentra el sujeto. Es el reconocimiento por parte del individuo del lugar donde se encuentra, por ejemplo, en un supermercado, un cine, etc. Y por qué se encuentra allí donde está. Este tipo de orientación está estrechamente ligado a las anteriores, ya que aquí tendrían que ver la orientación temporal y la espacial.

Aprendizaje:

El aprendizaje puede ser definido como la adquisición de asociaciones estimulo-respuesta. En el aprendizaje verbal si existe un declive claro a partir de los 60 años pero existen diferencias interindividuales que nos impiden fijar una línea en dicho declive. A medida que envejecemos mejora sustancialmente nuestra ejecución en razonamiento, resolución de problemas y otras habilidades cognitivas complejas.

Cambia nuestro ritmo de aprendizaje pero mantenemos nuestra capacidad para adquirir nuevos aprendizajes. 






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